Garantizar la seguridad y conectividad de la infraestructura en todo momento es primordial para la transformación digital de las ciudades.
En unos 30 años, la población urbana mundial crecerá un 30%. Esto representa 2 mil millones de individuos. El número, por sí solo, ya llama la atención. Pero intente abstraer esa información considerando la ciudad en la que usted vive: año tras año, nuevos miles de personas disputarán, con usted, espacio en el transporte público, en el sistema de Salud, en restaurantes, en parques, en el tránsito. Usted se topará con más individuos en las calzadas, siguiendo sus propios caminos y objetivos. La demanda de recursos también avanza: el consumo de energía va a subir un 36% hasta 2035, y esto, en un ambiente en el que la emisión de gases de efecto invernadero ha aumentado 7 veces en el último siglo, no es una buena noticia.
Sin optimización, organización y reducción de desperdicios, resulta difícil no proyectar un futuro distópico, inmerso en el caos. La tecnología de los servicios públicos, bajo el concepto de ciudad inteligente (smart city) e Internet de las cosas (IoT, o Internet of Things), no es una mera evolución. Es cuestión de supervivencia de todo el sistema.
Cuando se habla de ciudad inteligente, no se trata sólo de ofrecer conexión Wi-Fi de alta capacidad en ambientes públicos. El objetivo es repensar el funcionamiento de la ciudad, de forma integrada y con ayuda de la tecnología, para que haya el mínimo de desperdicio de tiempo y recursos. Se trata de optimizar la capacidad gerencial y la calidad de vida de los ciudadanos, con ayuda de la digitalización.
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Esta transformación demanda un cambio estructural de la gestión política de la ciudad y de las empresas en los más diversos sectores, como construcción, telecomunicaciones y energía, entre otras, para incorporar la tecnología en la construcción de edificios conectados y ecológicos y vehículos con eficiencia energética. Gartner estima que para el año 2020 habrá 1,39 mil millones de sensores conectados en las ciudades para alcanzar metas de sostenibilidad y cambio climático, representando el 20% de todas las cosas conectadas en uso.
Un buen ejemplo en América Latina es la ciudad de Medellín, Colombia, que en 2013 recibió el título de "ciudad más innovadora del mundo" por The Wall Street Journal y el Urban Land Institute. Para ser considerada pionera y referencia en este concepto, el gobierno local invirtió en la transformación de procesos que facilitan el día a día aumentan la calidad de vida de sus habitantes en diversos ámbitos, como es el ejemplo de la implementación de escaleras rodantes en los cerros de la ciudad y la adopción del proceso de telemedicina, que conecta personas en aldeas con médicos y asistentes sociales y evita horas de viajes y desplazamientos. Además del beneficio a la población, la ciudad logró atraer la atención mundial por ser pioneros en ésto, lo que permitió captar más recursos. El proyecto continúa en expansión, alcanzando actualmente las áreas de seguridad pública, movilidad urbana y conservación del medio ambiente.
Para que ejemplos como éste sean cada vez más recurrentes y el concepto de ciudad inteligente salga de planificaciones sobre papel, es necesario que el mercado evolucione del discurso futurista a la aplicación efectiva, en un ambiente real, construído desde cero. Este nuevo modelo de ciudad puede ser aplicado en una zona geográfica aún no explotada de una metrópoli - un barrio lejano, por ejemplo. Para ello, necesitamos tener una fuerte, compleja y robusta estructura tecnológica, que considere algunos aspectos:
- Conectividad: es esencial para la construcción de carreteras y avenidas como un primer paso para para crecer y prosperar. Lo mismo vale para la digitalización de las ciudades cuando se trata de conectividad. Palabras como banda ancha, fibra óptica y Wi-Fi resumen la garantía de conexión a Internet, el primer paso que una ciudad sea considerada inteligente. Gracias a la evolución de las tecnologías, ya somos capaces de garantizar conectividad a través de redes híbridas, utilizando lo mejor en conexiones satelitales, redes MPLS y la propia internet (banda ancha o incluso 3G / 4G). Con ello, los diferentes equipos de IoT se vuelven inteligentes y generan datos y comunicación máquina a máquina (M2M) que optimizan procesos y garantizan información en tiempo real a todos los involucrados
- Seguridad de la información: al aumentar la dependencia de los recursos digitales, los procesos de la ciudad estarán más expuestos a la delincuencia cibernética - dejando a los gobiernos más vulnerables a cualquier tipo de amenaza. Para garantizar la seguridad del sistema y de los ciudadanos, es necesario una fuerte estrategia de seguridad, que trabaje en la detección proactiva-basada en el comportamiento de la red o de usuarios de la misma- en la prevención, rehabilitación y reeducación cognitiva de la propia red para prevenir invasiones, dinámicas de los servicios públicos y robo de información
- Visibilidad: los administradores necesitan saber lo que está sucediendo en todo el entorno de ciudad inteligente. Esto es posible con tecnologías de monitoreo, análisis de tráfico y optimización del consumo de banda. Con una visión generalizada sobre el funcionamiento y la demanda de los servicios, es posible identificar puntos de mejora y optimización de procesos, así como entender para qué y cómo se está utilizando la red
- El acceso a la nube: todos estamos conectados a la nube de alguna manera - la gente, las empresas y las "cosas". Por lo tanto, es importante que las ciudades inteligentes estén listas para esta conexión a los diversos proveedores de servicios en cloud de forma rápida, segura y transparente
Entre el caos proyectado para el futuro y la mayor calidad de vida en las ciudades, independientemente del aumento poblacional, la tecnología es un factor crucial. No hay duda: las ciudades serán inteligentes. La duda es: cuán rápido llegaremos allí y qué ciudades ofrecerán la mejor calidad de vida para sus habitantes.
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Samir El Rashidy es director de servicios corporativos de Orange Business para las Américas. Es responsable por los servicios que Orange brinda a sus clientes y ayuda a las grandes empresas a desarrollar estrategias de integración de tecnología para satisfacer sus necesidades de negocio. Durante los últimos 15 años, Samir ha liderado equipos de desarrollo de negocios, partners y gestión de proyectos, llevando innovación a grandes empresas. Samir tiene una amplia experiencia global, ha trabajado en tres continentes y habla inglés, portugués, español y árabe.