Nacido en la pequeña Choele Choel, en la provincia de Río Negro (Patagonia argentina), Sebastián Serrano era, desde su más temprana edad, un “súper nerd”, según sus propias palabras. No sin razón, comenzó a estudiar lenguajes de programación de forma autodidacta a los 7 años.
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Pero su innata curiosidad, que genera un magnetismo casi instantáneo con el arte de la innovación, no terminó en su infancia: Ripio, empresa de la cual es cofundador, fue elegida en el Foro Económico Mundial como una de las Pioneras Tecnológicas 2020, un honor otorgado a empresas en ascenso que trabajan en el diseño, desarrollo y lanzamiento de tecnologías innovadoras y que buscan generar impactos significativos en la sociedad y en los negocios.
¿La "materia prima" de la empresa? El blockchain.
Cuando conoció la tecnología, en 2012, Serrano tuvo un presentimiento. "Sentí que estaba frente a algo totalmente nuevo, capaz de cambiar la forma en que concebimos el valor de todo, no solo del dinero".
Con casi 500 mil usuarios distribuidos entre cinco países, Ripio es la empresa del segmento con mayor proyección en América Latina. Fundada en Argentina, sus operaciones van más allá de las fronteras de su tierra natal, extendiéndose a Brasil, México, Uruguay e incluso España.
Conozca más sobre la trayectoria de Serrano —y de sus innovaciones— a continuación, en la entrevista a continuación, exclusiva para el blog de Orange Business.
Infancia en algoritmos
“En algún momento de mi infancia, leí una revista que hablaba sobre el futuro y destacaba cómo la informática lo transformaría todo. Como era una publicación de los años 80, era bastante optimista: cosas que hoy solo vemos presentes a gran escala, como la inteligencia artificial, eran mencionadas como innovaciones que sucederían en muy poco tiempo. Aquello me impresionó, y le pedí a mi padre que me comprara una computadora. Después de pasar un año pidiéndolo (risas), me compraron una Commodore 64, que ya era vieja en esa época (más risas). No tenía disco duro ni data sets, y tenía muy poca memoria. Lo máximo que se podía hacer era programar en Basic, y eso fue fascinante para mí.
Aprendí inglés para leer los libros de programación y así crear videojuegos. Conocí a un ingeniero que vivía en un portaaviones cercano a mi ciudad. Él también programaba, y me enseñó bastante. Paralelamente, yo leía muchos libros sobre química y física; era muy nerd, y todavía lo soy, tengo esas ganas de saber mucho sobre las cosas. Eso me llevó a obtener conocimientos sobre Internet en 1995. Quedé aún todavía más fascinado.
Cuando terminé la secundaria, fundé la primera empresa proveedora de Internet de mi ciudad.
Reconexión e insights
“En 2007, cuando estaba a punto de graduarme en Informática, fundé una consultoría de desarrollo de software para startups, Devsar. Todavía está activa, con operaciones en los EE. UU. y en la Argentina.
Recién en 2012 conocí el mundo de la Blockchain y de las criptomonedas. Ese nuevo universo hizo una conexión inmediata y muy fuerte con mi pasado, fue un déjà vu de mis primeros años en Internet: aquella sensación de que estaba frente a algo totalmente nuevo, capaz de cambiar cómo concebimos el valor de todo, no solo del dinero.
Entendí que, así como en el caso de la red mundial, el primer paso para diseminar eso nuevo es ampliar su acceso, y esa fue la génesis de Ripio. El propósito era comenzar a construir el acceso a esa tecnología en América Latina. Tenemos un panorama actual y también histórico muy desfavorable para los servicios financieros en la región. Carecemos de educación financiera, nuestras monedas son históricamente inflacionarias, no tenemos buenas reservas de valor. Creo que las criptomonedas pueden cambiar eso, pues vivimos un momento único de conectividad”.
Cultura antes que tecnología
“El mercado de criptomonedas se está expandiendo muy rápidamente, y Ripio está creciendo en la misma proporción. En Argentina es en donde somos más fuertes con 300 mil usuarios, y le sigue Brasil, con 140 mil. Pese a que todavía hay mucho por desarrollar, vemos cada vez más personas adoptando esta tecnología, y no solo como reserva de valor —en el caso de las personas que compran para ahorrar a largo plazo— sino también como medio de envío de pagos e intercambio de valores. Es una construcción que se ha acelerado mucho por esta crisis.
No puedo pensar en una analogía más exacta que la del catalizador. En química, un catalizador es algo que puede acelerar o reducir el ritmo de una reacción. Muchos cambios que ya estaban en marcha se aceleraron, especialmente los culturales. Y esos son las que marcan la diferencia. Lo que antes parecía peligroso, como la idea de hospedarse en la casa de un desconocido, se transforma en un negocio millonario como Airbnb después de que la cultura entiende que la tecnología involucrada es confiable.
Nuestro usuario siempre fue gente más joven, y ahora está habiendo cambios, hay más personas de otras generaciones permitiéndose experimentar. La adhesión es esencial en la búsqueda de la innovación, y nuevos modelos de negocios se vuelven posibles debido a la masividad de personas conectadas. Esto no pasa todo el tiempo, por eso digo que este momento traerá cosas buenas, a pesar de que también haya tantas cosas sombrías".
Creatividad y resiliencia
“Amo la música y las artes visuales, y asocio mucho mi trabajo con ellas. Creo que la creatividad tiene dos etapas: una inicial, la energía de la génesis; y la otra que es la construcción. Esta última es la que me genera mayor satisfacción. Ser creativo implica un proceso, que tiene que ver con mucho trabajo, con investigación, con pasar sentado horas estudiando. Después de eso, llega la hora de encontrar espacios donde sea posible dejar que la mente se conecte con las personas y otros elementos del proceso.
Choele Choel es una ciudad muy pequeña y la casa de mi familia todavía quedaba lejos de la zona urbana. Haber crecido en el campo implica que tengas que lidiar con distintas situaciones desafiantes por estar tan aislado de la sociedad. En casos así, no hay alternativa que no sea depender de ti mismo. Tal vez por haber vivido en condiciones de mucha autosuficiencia, perdí un poco el miedo a fracasar. Eso ayuda a desarrollar la resiliencia”.
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